Javier Moreno planta más que árboles: cultiva amor y vida. Descubre cómo su pasión transforma Medellín. Te contamos su historia aquí.

Javier Moreno planta más que árboles: cultiva amor y vida. Descubre cómo su pasión transforma Medellín.Fotografías: Alcaldía de Medellín.

Medellín, la ciudad de la eterna primavera, no solo es hogar de millones de personas, sino también cuna de una naturaleza vibrante que florece entre concreto y montañas. Es una tierra donde crecen niños, niñas, árboles y esperanzas, y donde cada calle, parque y avenida está acompañada por el abrazo silencioso de las plantas que la habitan.

Este equilibrio entre lo urbano y lo verde no ocurre por arte de magia. Cientos de personas, día tras día, se dedican con entrega a embellecer la ciudad, plantando nuevas especies que no solo adornan, sino que refrescan, purifican y armonizan los espacios de la ciudad. Árboles y arbustos se convierten en compañeros de camino, ofreciendo sombra, regulando la temperatura y recordándonos que la ciudad respira gracias a ellos.

Entre esos guardianes silenciosos de la naturaleza está Javier Enrique Moreno, un chocoano de 38 años con una conexión profunda y casi espiritual con la tierra. Desde hace tres años, su jornada comienza a las 3:30 de la madrugada. Con su gorra, su mochila y una voluntad firme, recorre la ciudad dormida, listo para sembrar vida desde que el sol apenas asoma.

Según la Alcaldía de Medellín, Javier es líder de uno de los equipos del cuerpo de cuadrilleros que operan a través del Jardín Botánico. Ha llegado a coordinar grupos de hasta 600 personas, y conoce el Bosque de los Héroes, en la base militar, como si fuera una extensión de sí mismo: recuerda con precisión dónde está plantada cada especie y qué historia guarda.

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Pero su labor no se limita a sembrar y cuidar. Javier también enseña, comparte su conocimiento con quienes se acercan al mundo de la jardinería y la reforestación. Para él, sembrar no es una técnica, es un acto de conexión profunda, una experiencia que se siente en el pecho. Habla de la tierra como quien habla de un ser querido, con respeto y emoción, y recuerda con especial sensibilidad el día en que una mujer, al plantar un árbol, rompió en llanto para despedirse de su tío fallecido. “La tierra también consuela”, dice.

Hasta la fecha, ha participado en la siembra de más de 25.000 árboles, y él mismo ha plantado más de 6.000. Cada vez que recuerda las especies que ha sembrado, se le iluminan los ojos. “Conoce cada una por su nombre, sabe sus propiedades, su poder sanador y su fragilidad”. A las plantas les habla como si fueran hijas. Las protege, las cuida, se emociona con su crecimiento. Una vez, cuando alguien dañó algunas de sus siembras, no pudo evitar llorar.

Javier tiene una misión clara en la vida: sembrar amor por la naturaleza en el corazón de sus hijos. Quiere que entiendan lo que él ha aprendido entre raíces, palas y hojas: que amar la tierra es también amarse a uno mismo. Su vida lleva un mensaje poderoso: solo cultivando respeto por nuestras raíces podremos construir un futuro más verde, más humano y más vivo.

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