A orillas del Magdalena, en un municipio de Antioquia, un cementerio de trenes guarda en silencio la historia ferroviaria de Colombia.
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En un rincón del municipio de Puerto Berrío, Antioquia, los vagones oxidados y locomotoras detenidas cuentan historias sin palabras. No es un museo ni una atracción turística formal: es el cementerio de trenes, ubicado en la antigua Estación Grecia, donde el pasado férreo del país reposa bajo el sol ardiente del Magdalena Medio.
Foto: EdwinBustamante
La historia del ferrocarril en Colombia comenzó con sueños de conexión y progreso. A finales del siglo XIX, se impulsó el Ferrocarril de Antioquia como una solución para unir a Medellín con el río Magdalena. Así nació un sistema ferroviario que durante décadas fue el corazón del comercio y el transporte en la región.
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Puerto Berrío fue pieza clave en ese engranaje. Este municipio ribereño no solo era el punto de llegada del ferrocarril, sino también una estación de transbordo fundamental, donde las mercancías y pasajeros pasaban de los rieles a los vapores del Magdalena o viceversa.
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Cuando los trenes dejaron de correr
El auge duró hasta mediados del siglo XX. En los años 60, con la nacionalización del Ferrocarril de Antioquia y el creciente uso de las carreteras, el tren comenzó su silenciosa retirada. Las inversiones se redujeron, las vías se deterioraron, y estaciones como Grecia dejaron de ver movimiento.
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Lo que antes fue un lugar de llegada y partida, quedó en pausa. En el barrio Grecia de Puerto Berrío, los trenes dejaron de rugir y empezaron a oxidarse. Vagones y locomotoras fueron dejados ahí, sin despedida oficial. Así nació, sin que nadie lo planeara, un cementerio ferroviario.
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Hoy, quienes caminan entre los rieles cubiertos de maleza y tocan el hierro envejecido de los trenes, sienten que han viajado al pasado. Algunos de esos vagones llevan más de 50 años quietos. Otros conservan placas metálicas que indican su origen extranjero o su año de fabricación. Hay locomotoras que fueron traídas desde Europa a principios del siglo XX y vagones que aún tienen rastros del carbón que alguna vez los impulsó.
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El silencio del lugar contrasta con la historia que carga. No hay guías, ni taquillas, ni letreros turísticos. Solo trenes detenidos en un tiempo que ya no vuelve. Y sin embargo, la gente va a visitarlo.
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Cómo llegar y qué esperar
Visitar el cementerio de trenes es sencillo para quien tenga espíritu explorador. Desde el centro de Puerto Berrío se puede llegar a pie, en bicicleta o en moto al barrio Grecia, a unos 4 kilómetros. No hay señalización, por eso lo mejor es preguntar a los vecinos del sector, siempre dispuestos a compartir una historia o una indicación.
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La entrada es libre. Algunos visitantes van por curiosidad, otros por pasión por la historia, y muchos simplemente a tomar fotos. El lugar, es seguro y tranquilo. La naturaleza ha empezado a reclamar el espacio: raíces que atraviesan los durmientes vagones, árboles que crecen junto a las locomotoras, insectos que habitan entre las ruedas.
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El cementerio de trenes de Puerto Berrío es, sin pretenderlo, un recordatorio de la importancia de preservar nuestra memoria industrial.