Un físico británico descubrió un fenómeno alarmante que transformó la política ambiental global: el agujero en la capa de ozono, hace 40 años.
Foto: Gentileza J. Shanklin- British Antarctic Survey
Jonathan Shanklin, es uno de los científicos que descubrió el agujero en la capa de ozono en 1985, recuerda cómo un hallazgo inesperado sacudió al mundo y desencadenó el Protocolo de Montreal, un tratado ambiental sin precedentes. Cuatro décadas después, advierte que no estamos aprendiendo de la historia frente a nuevas crisis como el calentamiento global.
También puede leer: El incremento del nivel de los mares: una encrucijada del presente
Un joven científico y un hallazgo inesperado
En 1985, Jonathan Shanklin tenía 31 años y estaba apenas comenzando su carrera científica en el Instituto Antártico Británico. Con una pasión amateur por la meteorología y algunos conocimientos en programación, su tarea era aparentemente rutinaria: procesar y analizar datos de ozono obtenidos con espectrofotómetros Dobson en la Antártida.
Shanklin es miembro emérito del Instituto Antártico Británico y continúa monitoreando los datos relacionados sobre ozono. Foto: British Antarctic Survey
Pero lo que comenzó como una comparación inofensiva de datos, reveló algo alarmante: una disminución sistemática y significativa de los niveles de ozono en la atmósfera sobre la Antártida. Shanklin y sus colegas, Joe Farman y Brian Gardiner, publicaron sus hallazgos en la revista Nature el 1 de mayo de 1985. Así nació la expresión “el agujero en la capa de ozono”.
También le puede interesar: Biodiversidad afectada por cambio climático
El agujero de la capa que cambió la mirada sobre la atmósfera
Este delgado manto de gas, ubicado entre 12 y 40 kilómetros sobre la superficie terrestre, es esencial para la vida, pues filtra la radiación ultravioleta más dañina del sol. Su deterioro ponía en riesgo ecosistemas enteros, la salud humana y la viabilidad de la vida en el planeta tal como hoy se conoce.
Aunque científicos como Mario Molina y Sherwood Rowland ya habían advertido en los años 70 sobre el efecto de los clorofluorocarbonos (CFC) —compuestos presentes en refrigeradores, aerosoles y espumas—, fue la evidencia concreta del agujero lo que motivó una respuesta global.
Lea aquí: Opciones para enfrentar daños del cambio climático
El Protocolo de Montreal: una victoria ambiental sin precedentes
Dos años después, en 1987, se firmó el Protocolo de Montreal, que prohibió el uso de estos compuestos y ha sido calificado como el tratado ambiental más exitoso de la historia.
“En ese momento creí que a nadie le interesaría”, confiesa Shanklin en entrevista con BBC Mundo. Pero el mundo reaccionó. Y rápido.
Aquí: En Medellín está el planetario más innovador de Latinoamérica
Hoy, cuatro décadas después, el científico expresa una mezcla de orgullo y tristeza. Aunque el agujero en la capa de ozono muestra signos de recuperación, el cambio climático —otro fenómeno impulsado por la actividad humana— avanza sin freno.
“Las lecciones del Protocolo de Montreal, de cooperación científica y acción política rápida, no se están aplicando donde más se necesitan”, advierte.
Con el tiempo, el hallazgo de Shanklin se convirtió no solo en un hito de la ciencia, sino también en un símbolo de lo que puede lograrse cuando el mundo actúa unido frente a una amenaza ambiental. El reto ahora es actuar de manera rápida y contundente, antes de que sea demasiado tarde.