Narrar el cuento: entre la intuición y el conocimiento

Un equipaje cargado de instinto y ganas puede ser más ligero, pero más efectivo que uno cargado de saberes. Desde mi experiencia como docente, tallerista o facilitador, siempre he creído en los buenos oficios del que resuma ideas a veces absurdas, de aquel que provoca y trata, aun sin una enciclopedia cultural abundante. Está por demás decir que crear tiene que ver más con aquello que quiero o he querido expresar usando cualquier vehículo que con un aparatoso manual de procesos. En la narración, cuando creamos universos posibles, aquellos que están dispuestos a ser insuflados por personajes, acciones y metas, buscamos algo que va más allá de lo antes narrado. Cada cuento es un acto milagroso porque carga el poder de no haber sido nombrado antes. Asumir esto, lleno de fantasía, contagiado de las ganas de un equipo, acompañado de unas mínimas indicaciones, hace que todo en el plano audiovisual produzca una energía casi mística.

Soy un convencido del poder del relato, de cómo nos da oportunidades de asombro, curiosidad, miedo, risa, ansiedad, pero, sobre todo, cómo nos produce nuevas preguntas. Todo lo anterior, creería que enmarca la fascinante travesía de salir de una zona de confort, por un breve espacio de tiempo, con el reto de contar un cuento que no se ha contado con personas que nunca antes conocí en la vida.

En BUSca del Cuento Perdido es una poderosa excusa que nos permite confirmar que el lenguaje es una competencia genérica, que desde el momento en el que empezamos a balbucear y armar frases, estamos hilando el sentido mismo de la comunicación, llevando al otro por acontecimientos que deben ser atendidos. Subirse a un bus y ejercer los oficios de facilitador pedagógico me pareció una invitación seductora, en especial si ello implicaba conocer nuevos relatos. Viéndolo de ese modo, pareciera que la tarea de un profesor es más sencilla en lo que conlleva al ejercicio de crear historias, pero lo cierto es que mi método amplía un poco lo que cada uno, desde sus propias competencias y habilidades, puede hacer. Ser facilitador facilita, indica y mejora, sin intervenir más allá de aquello que uno mismo sabe que podría mejorar de forma amplia cualquier idea, o, de corregir aquello que no está encadenado en una vía lógica cuando nuestro producto final debe enfrentarse al escrutinio y la interpretación de otros. La polisemia de un espectador audiovisual siempre debe ser considerada, y por ello cada plano y cada escena dispuesta en una línea de tiempo, debe afirmar sus códigos para que el otro ingrese y permanezca a ese nuevo relato. En tres días, cuatro equipos de jóvenes, comprendieron la dimensión de lo anterior: se puede causar risa al intentar aterrar, y se puede inquietar al tratar de ser gracioso.

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La clave siempre consiste en poder encausar ese hilo mental de los acontecimientos y presentarlo a partir de planos-símbolo que convoquen interpretaciones homogéneas.

En la historia de estas historias, vemos un evento cronológico que da cuenta precisamente de ello, hay una exposición de esa realidad que rodea la tarea de crear relatos, tal vez no sea un documento sobre la gestión de procesos definitivos para hacer un corto audiovisual, pero ilumina un poco lo que, de alguna manera, en ocasiones, hacemos un poco más complejo.

El terror, el humor, el drama o la fantasía ponen en reto a cualquiera cuando se trata de crear. Por obvias razones tenemos competencias genéricas como espectadores para saber que nos provocan el miedo, la risa o la ansiedad, pero tratar de imitar y llevarlo a un proyecto cuando nunca antes lo hemos hecho debe ser casi un juego, de otro modo, armar el rompecabezas puede ser precisamente un dolor de cabeza. A mi juicio, personal y arbitrario, como es lógico, lo que vemos en este documental demuestra varias cosas sobre la avidez de conocer cómo se hace aquello que no dejará de sorprendernos en el cine y la televisión, pero, además, nos invita a comprender que puede que algunas sofisticadas palabras referidas a la narración, pueden ser aterrizadas y transformadas en poderosos relatos.

Por: Mtr. Mauricio Velásquez

Profesor auxiliar del Área de Creación de la Escuela de Humanidades, Eafit.